miércoles, 29 de octubre de 2008

Las promesas.

Estamos recibiendo en nuestros países, en este tiempo, una oferta ilimitada y cotidiana de recursos como compra venta de objetos, vestimentas, viajes, etc. a través de distintas publicidades que nos animan a elegirlos en función de promesas que nunca se concretan.



También, en las relaciones interpersonales, existe este tipo de seductora oferta. En nuestro anhelo por alcanzar ciertos logros, tener lo que aspiramos, desear relaciones amorosas o amistades duraderas y firmes nos ilusionamos, pero luego de un tiempo, nuestro interés se disipa por actitudes elusivas o escurridizas que nos defraudan. No deberíamos en lo personal, excluirnos de este mal que afecta nuestra sociedad; quizás, nosotros también incurrimos en falsas argumentaciones para el futuro que no sabemos si podremos cumplir.

El diccionario define la palabra prometer "obligarse a hacer, decir o dar alguna cosa";"asegurar la certeza de lo que se dice". Tal vez, prometer sea una de las palabras más bastardeadas de nuestro lenguaje, y no solamente por los políticos como muchos señalan, sino por hombres y mujeres de todas las edades y estratos sociales, quienes la utilizan vaciada de contenido y significado.
Por eso, hoy te sientes tan dolorido y desanimado, porque "te fallaron". Es cierto que, de alguien tan próximo a tus afectos, era impensable; te aseguraron fidelidad, reserva, compañerismo y sin embargo... Hablando con otros amigos te enteras de que, con otras experiencias o intensidades, también han padecido o sufren engaños por falsas certezas enunciadas.
Si te esta pasando también a ti, reflexionemos juntos:
Todos somos testigos de promesas públicas, como por ejemplo las de fidelidad efectiva realizadas en ceremonias de casamiento ante la ley y, en la iglesia, ante Dios mediante la conocida expresión "hasta que la muerte nos separe"; sin embrago, los índices de separación y divorcio son escandalosos con mucho o poco tiempo de convivencia.
En el orden de las relaciones económicas, enunciados como "quedate tranquilo, yo te voy a pagar", se reiteran asegurando la devolución del préstamo otorgado, pero nunca se sabe cuando no como este se producirá.
En lo laboral, se repite el mismo lamentable suceso, "en unos meses te mejoro el salario", o "mas adelante tendrás un ascenso". Un hombre, cansado de buscar trabajo con promesas de venturoso porvenir, publico un aviso: "Necesito trabajo con más presente y menos futuro". Estaba agotado de ilusionarse con fantasías incumplidas, pero efectivamente vendidas.
Podemos recordar muchisimos ejemplos cotidianos de como se vulneran las promesas: "Seguro que voy a ir", "cuenta conmigo","No te defraudare","te vamos a acompañar" y tantas otras expresiones que son el resultado del doble mensaje del cual todos podemos ser victimas o victimarios.
Aún en la esfera religiosa, hay quienes prometen, por la fe, servir a Dios y terminan sirviéndose de Dios y de los hombres. Los hombres olvidan que el Señor dice en Santiago "que tu sí sea sí, y y tu no sea no", sin lugar a falsas promesas ni a quebrantar las expectativas de nuestro prójimo.
Dios reclama integridad y coherencia, y somos nosotros los encargados de dar el testimonio cristiano cumpliendo con nuestras promesas o, sencillamente, no formulandolas si nos sentimos incapaces o no deseosos de cumplirlas.
Debemos saber que también nosotros muchas veces prometemos y no cumplimos, y aunque nos justificamos, explicamos o damos razón de nuestro proceder, nos dañamos y dañamos al otro.

Si nos confrontamos con al verdad de Dios, nos encontramos con otra palabra muchisimo menos pronunciada en nuestro diario vivir, que es: Arrepentimiento.
Según el diccionario, arrepentirse significa "pesarle a uno de haber hecho o de haber dejado de hacer alguna cosa","echarse atrás, corregirse de una opinión,etc".
En estas definiciones, se incluyen dos aspectos fundamentales: el primero es el pesarle a uno, el lamentarse, sentirse afectado en los sentimientos, y el segundo es el área de la conducta, que tiene que ver con decisiones y acciones: echarse atrás, o bien al arrepentirse, corregirse, o restituir, o poner voluntad para salvar lo dañado.
Sin embargo, podemos señalar que rara vez nos encontraremos con demostraciones genuinas de arrepentimiento, la mayoría serán una forma social o personal expresada en una convencional o pretendida justificación.
Hay de parte de Dios un llamado a escuchar y a conocer su voluntad. El ser humano necesita la vida y el poder sobre las debilidades, que deben ser reconocidas con arrepentimiento y que solo pueden ser vencidas por la obra del Espíritu Santo, por la fe en Jesucristo.
Es posible entonces rectificar, es posible prometer y cumplir, como señala el profeta Jeremías: "Cuando los hombres caen, ¿acaso no se levantan?. Cuando uno se desvía, ¿acaso no vuelve al camino?¿por que entonces este pueblo se ha desviado? ¿por que persiste Jerusalén en la apostasía, se aferran al engaño y no quieren volverse a mí? He escuchado con suma atención para ver si alguien habla con rectitud, pero nadie se arrepiente de su maldad, nadie reconoce el mal que ha hecho, todos siguen su loca carrera (...), mi pueblo no conoce la ley del Señor" (Jer. 8:4-7)
A ti, a mí, a tu amigos, a la sociedad en su conjunto y, especialmente, a los cristianos el apóstol Pablo nos dice: "...Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes que se arrepientan..." (Hech.17:30) y nos alienta: "...produzcan frutos que demuestren arrepentimiento" (Mt.3:8)
No prometamos lo que no estamos dispuestos a cumplir y exhortemos a quienes hacen esto sobre lo que el Señor dice y espera de ellos.

Que Dios les bendiga.

Patricio.

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